
Normalmente
asumimos que vamos a poder introducir una
tecnología de energía renovable a nuestro hogar sin modificar nuestra conducta,
al mismo costo que afrontamos regularmente y con una mínima inversión. Nada más
lejos de la realidad. Es importante destacar que existen pocos o nulos
incentivos económicos para quienes queremos realizar una instalación pequeña,
domiciliaria, o pensada para nuestra vivienda. Para que las instalaciones familiares
o domiciliarias de energías renovales se popularicen y se transformen en
una forma común de abastecerse de energía, debe existir una política que
acompañe las inversiones que realizaríamos como particulares, pero que, a su
vez se vea beneficiada toda la población.
La
demanda de energía es siempre creciente, y los recursos no renovables, son por
definición, finitos. ¿Cómo no vamos a pensar en las energías renovables e
invertir en ellas? Otra pregunta que podemos hacernos es: ¿es económicamente
viable cubrir la demanda energética de nuestra ciudad con energías renovables
como la solar o eólica? Hoy en día, no lo es. ¿Qué podemos hacer nosotros como
ciudadanos para mejorar nuestra calidad de vida en esta Ciudad?
Reducir el consumo eléctrico:
esto se verá reflejado inmediatamente en nuestro beneficio, y en el beneficio
de toda la población, ya que reduce la exigencia a las centrales convencionales
(de carbón o de gas) y permite que se incorpore un porcentaje mayor de energías
renovables como la hidráulica y solar. Para esto deberíamos:
·
Apagar las luces en los
ambientes que no usamos.
·
Desenchufar, no sólo
apagar, los electrodomésticos que no utilizamos.
·
Reemplazar las lámparas
por aquellas de tecnología LED.
·
Reducir el uso del
aire acondicionado mejorando la
ventilación de los espacios.
·
Reducir el uso de la
calefacción, abrigándonos un poco más.
·
Comprar
electrodomésticos “amigables con el ambiente”, o mantener en buen estado los
que tenemos por ejemplo: limpiar la rejilla de la heladera periódicamente para
evitar que el polvo acumulado la vuelva ineficiente.
Reducir el consumo de agua potable:
sabemos que el agua potable debe ser bombeada a nuestras casas, por lo que
reducir su consumo implica una reducción en energía eléctrica por persona en la
ciudad. Para lograr esa disminución:
·
Podemos cerrar la
canilla mientras lavamos los platos o nos cepillamos los dientes.
·
Utilizar lavados cortos
o con menos agua en el lavarropas.
·
Darnos duchas cortas en
lugar de baños de inmersión.
·
Barrer los patios o
veredas en vez de baldearlos o utilizar la manguera.
Recolectar agua de lluvia:
el agua de lluvia no es considerada apta para el consumo sin ser tratada
previamente, de todas maneras puede ser empleada para otros fines que ayudan a
reducir la cantidad de agua potable utilizada por la población. Por ejemplo:
·
Se puede regar las
plantas.
·
Lavar la vereda, el
patio o el auto.
·
Llenar las mochilas de
los inodoros.
Reducir el consumo de gas:
de la misma manera que pasa con la electricidad, la disminución en el consumo
se verá reflejada directamente en nuestra economía. Podemos:
·
Evitar calefaccionar
ambientes vacíos.
·
Vestir adecuadamente a
la estación.
·
Asegurarnos que las
estufas estén en óptimo rendimiento, en especial los quemadores.
Si
queremos incorporar energías renovables en nuestro hogar y así volverlo más
sustentable, podemos:
·
Instalar un colector
solar térmico, que nos ahorrará hasta el 70% del gas utilizado para calentar el
agua caliente sanitaria.
·
Utilizar colectores
solares para calefacción.
·
Colocar luminarias
solares cuyas baterías duran alrededor de 4 años
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